Tito Balza Santaella
Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua
XVI.- Para designar al intelectual que imparte conferencias se dice entre nosotros conferencista y poco se oye conferenciante, que es la voz preferente de la Academia: «Persona que diserta en público sobre algún punto doctrinal» (DRAE, 92). Conferencia proviene del latín conferentia y ésta del verbo conferre, que significa junta, comunión. Está en el castellano desde el siglo XVII, en tanto que el verbo conferenciar aparece por primera vez reseñado en el Diccionario Académico en la X edición de 1852. El que conferencia, la persona que hace una disertación pública, como vimos atrás, se designa, naturalmente, por el participio activo conferenciante, adjetivo y también sustantivo común, es decir, invariable en cuanto a género, y es ésta la voz apropiada y justa, con aceptación académica desde el mismo año 1852. Entre nosotros, sin embargo, por influencia de los medios de comunicación y seguramente por factores transculturales, este apropiado término ha sido innecesariamente suplantado por conferencista, neologismo inicialmente usado en Argentina y con rápida extensión a otras comunidades lingüísticas. Aunque admitida como voz inexplícita en el Diccionario Académico desde la XIX edición de 1970, el hablante preocupado por la pureza de su lengua debe tener presente que el sufijo –ista remite a la noción de profesión, dedicación o empleo: dentista, periodista, fisioculturista, urbanista, pianista. Difícilmente en nuestro país alguien tiene como profesión, dedicación o empleo el pronunciar conferencias, por un lado; y, además, desde el estricto sentido de la evolución morfológica del idioma, el sufijo –ista es válido primordialmente para formar derivados de aquellas voces que conformaron vocablos con –ismo. Ejemplos: de pluralismo, pluralista; de comunismo, comunista; de galicismo, galicista; de periodismo, periodismo. No existiendo en el español conferencismo, no debería existir conferencista, especialmente si con idéntico significado ya tenemos conferenciante. Rara vez no sucede así. Por supuesto que hay excepciones: liberalismo no da liberalista, sino liberal, y, viceversa, nuestro acervo lexicográfico registra pianista, pero no a pianismo; a dentista, pero no a dentismo.
Así es nuestra lengua, amplia y múltiple.