jueves, 20 de mayo de 2010

Los padres, primeros y principales educadores


Por Antonio Pérez Esclarín

Así se titula mi último libro (San Pablo, 2010) que salió publicado hace un par de meses. Escribí el libro, como digo en la presentación, con la intención de ayudar a los padres a que asuman en serio su papel de primeros y principales educadores de los hijos.

La experiencia me confirma que la familia es la escuela más importante (de valores o de antivalores) y que es muy poco lo que podemos hacer los educadores si no contamos con el apoyo y la alianza de los padres. De ahí la urgente necesidad de trabajar articulados y abordar juntos la tarea apasionante de educar a los hijos. Para ello, tenemos que hacer todos grandes esfuerzos por superar el actual desencuentro y estrechar lazos cada vez más firmes y sólidos entre familias y escuelas, maestros y padres.

Si los padres dan la vida, padres y educadores juntos debemos dar sentido a la vida. Esta es la principal tarea educativa de padres y maestros: enseñar a vivir plenamente, que es enseñar a convivir y es enseñar a vivir para los demás, es decir, enseñar a amar, enseñar a servir.

Nos dieron la vida, una vida maravillosa, pues todos somos únicos e irrepetibles, hechos a imagen y semejanza de Dios y queridos infinitamente por Él, creados, en consecuencia, para el amor y la felicidad. Pero no nos dieron la vida hecha. Los seres humanos somos los únicos que podemos elegir cómo ser. Nuestro porvenir es por-hacer.

Los animales, en cierto sentido, tienen su destino marcado en su código genético: un perro no puede plantearse cómo ser mejor perro, una abeja no puede decidir hacer la colmena de otra forma, ni una hormiga tiene libertad para trabajar o ser floja, para quedarse tranquila en el hormiguero, mientras las demás salen a buscar la comida. En cambio, los seres humanos somos libres para decidir lo que queremos ser.

Podemos hacer de la vida una rutina aburrida de días sin sentido, dejándonos vivir por la superficialidad y la vanidad, o hacer de ella una semilla de vida, una fuente de cariño y de paz.. Podemos elegir vivir amargados para amargar a los demás, o vivir felices para hacer felices a los demás. Podemos elegir ser portadores de violencia, destrucción y muerte, o ser constructores y dadores de vida.

Uno puede en su familia ser un tirano, un manipulador, un mandón, o un creador de alegría y cariño; puede ser distante con los vecinos o puede ser cercano y servicial; puede despreciar a los que son de otra raza, condición social o pensamiento político, o puede tratarlos con especial respeto y amabilidad. Puede, en definitiva, vivir su vida para defender la vida, para dar vida, o vivir para aportar destrucción y muerte.

Esta es la grandeza y el riesgo de la libertad humana: por eso, los seres humanos hemos sido capaces de inventar los aparatos de tortura, los campos de concentración, las armas de exterminio…, pero también hemos inventando las medicinas, los aparatos musicales, los poemas, los templos. En la historia han convivido y conviven los santos con los asesinos, los héroes con los villanos, los que utilizan su poder e inteligencia para servirse de ellos y aplastar o dominar a los demás y los que los utilizan para servir a los demás.

Hoy se ha puesto de moda la planificación estratégica. Empresas e instituciones de todo tipo exhiben su misión y su visión, y se esfuerzan por definir sus objetivos estratégicos y operativos. Pero muy pocas personas se plantean hacer la planificación estratégica de sí mismos, elaborar su proyecto de vida, determinar con claridad cuál es su misión y su visión, sus metas, sus valores no negociables, sus posibilidades, cualidades y defectos, a qué dedican sus esfuerzos y energías, qué quieren hacer con su vida, cómo se imaginan realizados y felices y qué van a hacer para ello.

Si educar es enseñar a vivir, a convivir y a dar vida, es evidente que esta debe ser la tarea esencial de los padres si en verdad quieren que sus hijos encuentren su plenitud y vivan felices. Sin embargo, hoy la mayoría de los padres han renunciado a su papel de primeros y principales educadores de sus hijos, y delegan en la escuela sus responsabilidades educativas. Tenemos así la terrible contradicción de padres que no saben cómo educar a uno, dos o tres hijos y esperan que un maestro eduque a cuarenta. Mi nuevo libro quiere ser un pequeño aporte para que los padres retomen su papel de educadores esenciales y lo vivan al lado de los educadores de sus hijos.

Profesor / Filósofo

viernes, 14 de mayo de 2010

Desarmar los corazones

Por Antonio Pérez Esclarín

La agresión es signo de debilidad moral e intelectual y la violencia es la más triste e inhumana ausencia de pensamiento. Los violentos son unos cobardes, incapaces de dominar sus propios impulsos.

La violencia deshumaniza al que la practica y desata una lógica de violencia siempre mayor. Quien insulta, hiere, ofende o mata, se degrada como persona y no puede contribuir a construir una sociedad más justa o más humana.

La violencia no queda erradicada por haber sido aplastada por una violencia mayor. La violencia sólo engendra nueva violencia y agresividad. Valiente no es el que ofende, golpea o domina a otro, sino el que es capaz de dominarse a sí mismo y responder al mal con bien, a la intolerancia con respeto, a la venganza con perdón, al odio con amor.

Sólo los que tienen el corazón en paz podrán ser sembradores de paz y contribuirán a gestar un mundo mejor en medio de tantas violencias, injusticias y problemas. La lucha por la paz y la justicia deben comenzar en el corazón de cada persona. Ser pacífico o constructor de paz no implica adoptar posturas pasivas, sino comprometerse y luchar por la verdad y la justicia, para que sea posible una Venezuela fraternal y un mundo donde empiece a germinar la civilización del amor.

Pero no seremos capaces de romper las cadenas externas de la injusticia, la violencia o la miseria, si no somos capaces de romper las cadenas internas del egoísmo, el odio, el consumismo…, que atenazan los corazones. No derrotaremos la corrupción y la injusticia con corazones apegados a la riqueza, el lujo y el tener; no estableceremos un mundo fraternal con corazones llenos de odio y de violencia. De ahí la urgente necesidad de que todos comencemos desarmando nuestro corazón.

Para desarmar los corazones es importante que aprendamos a resolver los conflictos mediante la negociación y el diálogo, de modo que todos salgamos beneficiados de él, tratando de convertir la agresividad en fuerza positiva, fuerza para la creación y la cooperación, y no para la destrucción.

La calidad de cualquier institución (familia, escuela, sociedad) no se determina por si tiene o no conflictos, sino por el modo en que los resuelve. Un conflicto de pareja, asumido con comprensión, puede robustecer el amor. Un conflicto en un salón de clases, donde el profesor se esfuerza no tanto por reprimirlo, sino por comprender lo que los alumnos tratan de manifestarle con su conducta, puede resultar una experiencia verdaderamente educativa para todos.

El aprendizaje de la negociación y de la convivencia supone aprender a escuchar, a dialogar, a argumentar, a decidir en grupo, a respetar las opiniones diversas y a buscar juntos la verdad.

Supone también aprender a tratar con cortesía, respeto y amabilidad; aprender a considerar los problemas como retos a resolver y no como ocasiones para culpar a otros; aprender a trabajar y a colaborar, es decir, a trabajar juntos, con responsabilidad y calidad, ya que el trabajo productivo es el único medio para garantizar a todos unas condiciones de vida digna (vivienda, alimentación, salud, educación, trabajo, recreación…), como exigencias esenciales para la convivencia pacífica. La paz verdadera se afinca sobre las bases de la justicia, la inclusión y la equidad.

La defensa de los derechos humanos se convierte en el deber de cada uno para hacerlos posibles y reales para todos. La retórica de los derechos debe ser superada con políticas eficaces para que pasen a hechos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Pequeña amenaza


Por Ángel Alberto Morillo


Ella es un terror con sus dientes
Me devora todo
Tiene a los lápices
Asustados
Las gomas de borrar piden auxilio…
Sus molares pequeñitos
Son un azote, una tortura
Adiós muñecas
Muerte al foami
¡goma espuma temblad!


Apunta,
Esa sonrisita atrevida amenaza
Con sus armas blancas
De destrucción lúdica
Que forajidas asaltan la caja de juguetes
¡Son de leche!
¡Son de leche!
Pero parecen de mamut
De un marfil arcaico
A pesar de la cortedad de su estreno.



Los dedos con que capitulo este decreto
Fueron víctimas también
Un rosario de beso quedó
Tatuado en mi mano.


Esa bebé y sus dientes
Muerden mi alma
Y dejan sus huellas
Vamos,
Amenaza con sonreir
Mátame
Tus colmillitos chiquitos
Lo valen
Sangra mi corazón mordido
Entre juguetes
Caídos en batalla.



El ratón Pérez me reclamó
Asustado y conmovido
Muy enojado
Juró no traerte más
Ni siquiera un molar
En cambio el odontólogo sonríe
Te felicita
Y con su fluor limpia la pólvora
Te regala cartuchitos
Me dice:
“Déjala, esos dientes se caerán”.
“Ojalá- dije yo- nunca caiga su sonrisa”.

sábado, 8 de mayo de 2010

Madre

Madre



Madre,
no es una palabra
que se evoca
sin consecuencias.

No es un simple nombre,
que se pierde en el vacío.

Cuando decimos madre,
es como si invocáramos
al amor a través
de una palabra mágica.
Como si miráramos a Dios
en los sentimientos de ellas.

Decir madre es como decir luz
que ilumina todo;
es como decir
agua fresca
que calma nuestra sed.

Es mirar al cielo,
y ver en un solo día
al sol, la luna y las estrellas.

No se puede decir madre,
sin poner en esas dos silabas
todo el amor contenido
en nuestros corazones.

Cuando decimos mamá,
evocamos a los ojos
que se iluminan
con alegría.
los ojos que lloran
en nuestro dolor.

Decir madre es recordar
la boca de palabras firmes
y sinceras,
los besos prodigiosos.

Madre es una vida dada
con generosidad.
Madre no es amor de un solo día.

Es amor a torrentes
se desborda inundando
nuestras vidas.

No es amor de un día
es amor de todo momento,
de todas las horas,
de cada segundo.

No es amor con límite.
Madre es oración,
es caricia.

Madre es maestra,
compañera,
Amiga.

Madre no es un concepto,
es una realidad de amor.

Por Obed Juan Vizcaíno Najera.