Práctica seleccionada de los ejercicios de taller de Redacción y Estilo.
Autor: Sergio González, Universidad Católica Cecilio Acosta.
(Esta es una experiencia muy linda que mi amiga Anita me contó…)
Una mañana, cuando el sol ya regalaba su sonrisa, la familia de Ana despierta y se levanta con alegría, es una mañana de paseo. Ana, y sus dos hermanitas, Clara y Laura, junto a sus padres, el señor Andrés y la señora Marina desayunaron antes de salir de casa. El señor Andrés es el primero en hablar diciendo con sonrisa campante: “Buenos días hermosa familia, Dios los Bendiga. Este es un día maravilloso que el Señor creó. Agradezcamos juntos por el mismo y por las provisiones que nuestro Padre nos da”. Esa mañana, le correspondía a Ana (Anita, de cariño, para mí) dirigir la oración y así fue: “Padre Bueno que estás en los Cielos, muchas Gracias te damos por este día, Gracias Señor porque tus misericordias son nuevas cada mañana, hemos aquí como familia delante de Tu Presencia en el Nombre de Jesús, te agradecemos por estos alimentos, bendícelos y te pido Padre amado que en este día podamos ver más y más de tus maravillas, guíanos con tu Santo Espíritu, en Cristo Jesús. Amén”.
Todos se fueron a un parque ubicado a unos 15 Kilómetros, mientras iban en camino cantaban alabanzas, estaban todos muy gozosos, fue así cómo llegaron y las hermanitas de Anita exclamaron:
-¡Llegamos, llegamos!
Se dirigieron hacia un espacio sobre la grama muy cercano a una banqueta; al tiempo que el señor Andrés y la señora Marina acomodaban las cosas sobre el césped, las muchachas estaban sentadas en la banqueta admirando el parque. Ana, muy inteligente y muy compasiva, en ese momento, se percató de que un joven como de 18 años, en medio de la alegría que componía el lugar estaba cabizbajo y de semblante triste. Un poco inquieta, Anita llama la atención de sus padres.
–Miren aquel muchacho, se ve triste y está solo, les dice Anita.
– Es cierto, asienten sus padres.
– Voy a hablar con él, avisa Anita y da pasos hacia el lugar.
-Oye, disculpa, ¿te pasa algo? Te veo triste, le inquiere Anita al Joven.
- Hola, es que muchas veces he venido a este lugar y me entretengo mucho pero creo y siento que a mi familia y a mí nos hace falta algo, nos divertimos, reímos y jugamos pero como que hay un vacío, explicaba él.
- Mmm… ¡vaya!, ya lo veo, sé a qué te refieres pero, ¿sabes algo? Sé cómo eso puede cambiar-, con una sonrisa expresó Anita.
- ¿Sí?, ¿de verdad?, se preguntaba con extrañeza el joven.
- Disculpa, mi nombre es José, expresó luego.
- Jeje, mucho gusto José, mi nombre es Ana. Sí, claro que sí. ¿Sabes? Mi familia es muy unida, muy amorosa, amamos profundamente al Señor y Él nos provee y da todo lo que necesitamos, Él es hermosísimo y grande, con denuedo y alegría contaba Anita.
- ¡Vaya!, qué bueno, yo quisiera vivir eso también con mi familia, suspiraba José.
- Estoy segura de que el Señor Jesús puede llenar el vacío que ves en tu familia y la vida de cada uno de ustedes, Él los ama y quiere hacerlos felices, le dijo Anita.
-¿Qué debo hacer?, preguntó José.
- Me alegro mucho por ti José, hagamos una oración, dijo Ana.
- ¡Sí!, hagámosla-, con una sonrisa, contestó José.
Entonces, inclinaron sus rostros y cerraron sus ojos, orando de manera que Ana dirigía y José repetía: “Padre, gracias por este día, gracias por enviar a tu Hijo Jesucristo por mí, confieso con mi boca que Jesús es el Señor. Perdóname Señor, me arrepiento de mis pecados y te invito a morar en mi corazón. Gracias Padre porque a partir de hoy soy otra persona, en Cristo Jesús, Amén”.
Anita se tomó un tiempo para explicarle a José varias cosas con el fundamento de la Palabra de Dios. Al terminar, sacó varias invitaciones para su iglesia y las entregó a José y le dijo que fuese con su familia. Al día siguiente, ella le dijo que lo esperaría. Con intercambio de números de teléfono y un pequeño abrazo se despidieron alegres. Anita fue a contarles a sus padres y hermanitas lo sucedido, asimismo José a su familia que tenía un mensaje esperanzador que compartirles.
Dios es bueno, fiel y justo, Él es amor y tocó la vida de aquel joven y la de su familia, ellos asistieron a la iglesia y su vida comenzó a cambiar de manera muy bella con la ayuda y la presencia del Señor. Inolvidable día, inolvidable parque, inolvidable experiencia que mi amiga Anita me contó. Gloria a Dios.
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