sábado, 18 de agosto de 2012

Assange: Confieso que he pecado

Extraído de panorama.com.ve con fecha de 18 de agosto de 2012.

 “Soy Julian Assange y confieso que he pecado mucho de hackeo, revelaciones, escándalo y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, se conocen detalles de los horrores de Guantánamo, de la tragedia de Afganistán, del desastre en Irak, del espionaje de los embajadores estadounidenses; de las fiestas “salvajes” de Berlusconi y su amante Ruby, pero no me buscan por eso. Me buscan por haberme acostado con dos suecas: Ana Ardin y Sofía Wilen.
Mi vida cambió en abril de 2010 cuando mi página, Wikileaks, le dio la vuelta al mundo, con la publicación de un video de 39 minutos en el que se veía cómo dos reporteros de la agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Irak, después vinieron documentos que conseguí de la CIA sobre muertes de 20.000 afganos y de 15.000 civiles de Irak, durante la invasión y ocupación de ese país.
Pero mi pecado capital ha sido acudir en el 2010 a una conferencia sobre el papel de los medios en los conflictos, organizada por una enigmática rubia que me impactó: Ana Ardin, una de las mujeres que luego me demandó, en Estocolmo. Ahí también conocí a Sofía Wilen. Con ambas tuve relaciones sexuales. Luego de esos encuentros, las dos declararon ante la Policía lo mismo: ‘Assange se empeñaba en practicar sexo sin preservativo y sin consentimiento’. Esto es considerado un delito en Suecia, además me negué a una prueba de VIH.
Después de aquel fatídico encuentro, Ardin mantuvo una relación cordial conmigo, incluso preparó una fiesta en mi honor. Nada me hacía pensar que detrás de la actitud amigable de Ardin había un supuesto acoso sexual.
Las potencias no me perdonan hacer público que bajo el nombre de Hillary Clinton, el Departamento de Estado de Estados Unidos exigió detalles técnicos sobre los sistemas de comunicación utilizados por altos funcionarios de Naciones Unidas, entre los que se encontraban contraseñas y claves personales que utilizaban en las comunicaciones oficiales.
Las filtraciones de mi Wikileaks revelan que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon y los representantes de China, Rusia, Reino Unido y Francia, todos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se encuentran en el punto de mira de los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Llegué más lejos que Garganta Profunda, ¡perdón!, que William Mark Felt, el número dos del FBI que destapó el caso Watergate, a través de Bob Woodward y el Washington Post, que le costó la cabeza a Richard Nixon. Las diferencias entre él y yo son notorias. Felt nunca tuvo afán de protagonismo, pasó 30 años en el anonimato, o será que sabía lo que venía, no lo sé. Sino que lo diga el oficial Bradley Manning, soldado estadounidense que ellos dicen es mi ‘garganta profunda’, víctima de una flagrante violación del código militar con continuas degradaciones y humillaciones.

Manning está encarcelado en una celda de 1,8 x 2,4 metros durante al menos 23 horas al día. Le han acusado de 22 cargos, entre ellos, colaboración con el enemigo, lo que implicaría la pena de muerte. afortunadamente, los fiscales han descartado la pena capital, al menos por ahora.
Me condenan por revelar que la embajada estadounidense en París tildó al expresidente francés Nicolás Sarkozy de tener un ‘estilo autoritario’ además de una ‘piel fina’. Mientras desde la embajada de Washington en Moscú llegaron a salir cables que hacían referencia a la relación entre el presidente ruso Dimitri Medvedev y el primer ministro Vladimir Putin, en las que hablaban del primero como ‘el Robin del Batman -Putin’.
Hace dos meses llegué la embajada de Ecuador en Londres, situada en un exclusivo barrio londinense, donde vivo con una lámpara solar, una cinta de correr, una conexión a internet y una cama. Sigo llevando el brazalete electrónico que formaba parte de las condiciones de mi libertad condicional.
Sé que el salvoconducto de Londres difícilmente llegue, mientras tanto, ya el asilo es una victoria para mí y mi gente, de nuevo estamos en el ojo del huracán.
Pero ante la ley, no soy perseguido por las verdades incómodas que mi red difunde —porque no estoy solo— sino por mis ´affaires’. Sofía insta obsesivamente en su blogs a ‘vengarse de los hombres en siete pasos legales’; mientras que Ana, bajo el argumento de temer a un embarazo no deseado, busca acorralarme. Wikileaks seguirá intercediendo por mí, mientras aguardo en la embajada de Ecuador la hora de escapar de Londres”.

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