Belandria, siempre estarás en el corazón de tu pueblo.
"Muchas veces me han preguntado por qué me decidí por ser sacerdote.
Mi respuesta siempre ha sido y sigue siendo la misma: mejor es que me pregunten
por qué me he mantenido firme en este camino. Tres amores profundos y
apasionados son la fuente de mi fortaleza y de mi firmeza en este caminar. Si
queréis llámenlos, y los llamo así, mis tres credos:
+ Creo y amo a Jesucristo apasionadamente.
+ Creo y amo fuertemente al mundo de los pobres.
+ Creo y amo a mi Iglesia Latino Americana.
Estos son mis tres credos y mis tres amores que me han mantenido atado
fuertemente a este maravilloso servicio que se llama sacerdocio.
¿Escogí yo esta
manera de vivir? ¿O la decidí y la planifiqué por mi propia cuenta? ¡No!
Simplemente un día, tendría y doce años, después de unos contactos recibí una
cartica donde se me decía que podía ir a Mérida, al colegio de los padres
jesuitas si quería ser jesuita. Y me fui. Mirando hacia atrás y leyendo hoy la
invitación a San Mateo, me veo reflejado en ese personaje. Jesus va pasando, ve
a Mateo, lo invita y el hombre se va con él. Yo también me fui. Y aquí estoy
celebrando con ustedes la respuesta que yo di a Jesucristo en aquel entonces.
En el camino y ya metido de lleno en el noviciado y en todo lo que vino
después, empecé a conocer a Jesucristo a la manera de San Ignacio: Conocimiento
interno de la persona de Jesús para que más lo ame y mejor lo siga.
Acercándome al conocimiento interno de la persona de Jesús, lo fui
queriendo y tratando de vivir toda esa manera tan libre y liberadora que él
tenía. Libre ante los poderes, ante el dinero y la muerte, libre ante los
enemigos, las leyes y las normas humanas, libre ante las tradiciones absurdas
ante las autoridades religiosas dominantes y cerradas de mente. Y me fui
enamorando de ese Jesucristo atrevido, escandalizador, defensor acérrimo del
débil, amigo personal del marginado, dando siempre la cara por la mujer
excluida y pisoteada. Me fui apasionando de ese Cristo que desenmascaraba a
toda hora la religión hipócrita, opresora, excluyente y sin ninguna valoración
de la persona. Me fui apegando más y más a ese Cristo todo misericordia, perdón
y amor hasta el extremo.
Ese Cristo histórico fue marcando mi vida de tal manera que jamás en ese
caminar he dudado lo más mínimo de si éste era mi lugar o no. Siempre he estado
convencido enteramente de que éste era mi camino, mi vida, la razón de mi
existencia.
Por eso puedo decir a todo pulmón, sin que me quede nada por dentro, que
creo en Jesucristo como mi Señor, mi Salvador y mi compañero de camino. Creo en
Jesucristo liberador, todo misericordia, todo amor, todo entrega total. Creo en
ese Jesucristo que ha marcado mi vida profundamente y que me llamó para que le
sirviera a su causa en la persona de los hermanos pobres.
Mi segundo y profundo amor, o mi segundo ferviente credo, es el mundo de
los pobres. En este mundo nació, vivió y murió Jesucristo. Ahí montó su cátedra
y desde ella habló a toda la humanidad.
Sus amigos, sus discípulos, sus familiares, todo su entorno social eran los
pobres, los enfermos, los extranjeros, los niños, las mujeres. Los primeros
pilares de su iglesia eran pescadores que tenían que remendar sus redes, pasar
noches enteras en alta mar sin pescar nada y, más de una vez, cuidando de que
nadie los viera sustraer granos de trigo en los campos para matar el hambre.
Ahora bien, si Jesucristo caminó en este mundo de los pobres, y afirmó
categóricamente que Él vivía en el pobre, en el enfermo, en el excluido, a mí
como discípulo suyo no me quedaba otra que entrar de lleno en ese mundo tratar
de descubrirlo en él actuando en ellos y con ellos.
Pero a esto se añade que yo no he tenido que hacer mucho esfuerzo para
entrar e el mundo de los pobres, porque nací y me crié en él. Mi familia nació
y se crió en la Venezuela de los años 30 y 40. Era la Venezuela rural. En aquel
entonces vivíamos muy pobremente, sólo que, a diferencia de la pobreza de hoy,
nuestra pobreza era serena, sin angustia. Porque no es lo mismo ser pobre e un
mundo de escasez, que vivir pobremente en un mundo de mucha abundancia como la
que tenemos hoy.
Pero ¿qué es lo que más me ha tocado mi sensibilidad de pastor? Los
sufrimientos de toda índole las angustias, la marginación, la explotación, la
inseguridad, el silencio obligado, la impotencia, y el desprecio que padecen
los pobres sometidos a vivir en esta sociedad. Una sociedad donde el dinero lo
es todo y la persona un mero objeto. Una sociedad toda mentira, viveza,
hipocresía, dominación, poder, apariencia, etc. etc. El hombre y la mujer pobre
tienen que sobrevivir en medio de toda esa inmundicia. ¡Y sobreviven!
Por eso creo en el pobre, en sus potencialidades, en sus esperanzas y en su
espíritu de lucha.
Creo en la fe ciega que tiene en el Todopoderoso.
Creo en la furia con que se defiende cuando ve que su dignidad es irrespetada.
Creo en la firmeza, mezcla de amor y ternura, con que protege y defiende a sus niños cuando los ve en peligro.
Creo en la furia con que se defiende cuando ve que su dignidad es irrespetada.
Creo en la firmeza, mezcla de amor y ternura, con que protege y defiende a sus niños cuando los ve en peligro.
Creo firmemente que Jesucristo el Señor está con ellos cuando emprenden huelgas
de hambre, cierre de autopistas, toma de locales, retienen rehenes, organizan
marchas, bloquean carreteas, todo ello con la finalidad de hacer valer sus
derechos.
Creo que ahí está Jesucristo animándolos, iluminando, comunicándoles la fuerza
de su Espíritu.
Por último quiero compartir con ustedes mi credo y el amor que siento por
nuestra Iglesia Latino Americana. Mi primer encuentro vivencial con esta
Iglesia comprometida y viviendo el evangelio con los más pobres de nuestro
continente se dio en una visita de cuatro meses que hice por varios países.
Para aquel momento yo estaba recién ordenado sacerdote. El objeto de mi vista
no era pasear para conocer lugares turísticos, sino para ponerme en contacto
con los distintos agentes de pastoral que estaban trabajando haciendo vida en
las barriadas más pobres de las grandes ciudades. El compromiso, el modo de
vida y la dura lucha que vivían estos agentes pastorales era de tal calibre que
definitivamente marcaron mi vida sacerdotal y el modo de hacer pastoral pisando
tierra.
Años más tarde tuve el privilegio de tratar a dos grandes figuras del
episcopado latinoamericano: Mons. Proaño de El Ecuador y el obispo Pedro
Casaldáliga. Estos obispos han sobresalido por su profetismo y su modo tan
peculiar de orientar la pastoral en sus respectivas diócesis. Pastoral que ha
trascendido las fronteras, Pero el obispo latinoamericano que más me ha
influido en mi compromiso sacerdotal ha sido Mons. Romero. No tuve la dicha de
conocerlo personalmente pero me acerqué a él a través de sus escritos y de
algunos sacerdotes que trabajaron con él y estuvieron muy cerca de su corazón.
Romero ha sido mi luz, mi fuerza, mi inspiración. Su íntima unión con Dios, su
valentía para denunciar todas las atrocidades cometidas contra los campesinos
de su país, y su espíritu evangélicamente libre frente a la institución
eclesiástica han sido virtudes que han iluminado el camino de nuestra Iglesia
en los últimos tiempos.
Para mí el sentirme miembro de esta Iglesia con todas estas riquezas que he
ido descubriendo, me ha llenado de mucha alegría y de frescura. Me ha ayudado a
hacerme libre evangélicamente y a seguir avanzando audazmente en este camino de
mi sacerdocio. Por eso tengo que decir con toda verdad:
Creo en esta Iglesia que dejándose llevar por el Espíritu supo plasmar en
los documentos las nuevas experiencias e instituciones que las pequeñas
comunidades vivieron en su práctica del evangelio. El Papa Juan XXIIII habló de
la Iglesia de los pobres. Esto ha sido nuestra Iglesia Latino Americana, la
Iglesia de los pobres respondiendo siempre y tomándole el pulso a las
aspiraciones, los sueños y clamores del pueblo pobre.
Bueno amigos, amigas, hermanos, hermanas Todo esto que les he expresado es
la razón de mi sacerdocio. Ahora se podrán dar cuenta de por qué he llegado a
estos 50 años feliz, realizado y profundamente agradecido a Dios por haber
contado conmigo a pesar de mis deficiencias y mis limitaciones. Gracias a todos
ustedes los que han hecho camino conmigo me han brindado su compañía fraternal.
Gracias".
Fuente: Centro Gumilla
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