Por José Miguel Vivas.
(Basada
en la protesta de los estudiantes iraníes en la embajada inglesa en
Teherán, por las sanciones impuestas a Irán por su programa nuclear)
- ¡No somos enemigos, somos humanos! -
Grita
el estudiante iraní, Majid Al Yasir mientras bate de un lado hacia el
otro la bandera de su país. Frente a él, la gran muralla de ladrillos
que guarnecen la embajada del Reino Unido en Teherán. Su cara es la
representación del sentimiento que invadía al gran mar de estudiantes
universitarios presentes: Indignación.
Los
policías, ponen su dosis de violencia para calmar el alboroto, pero el
método resulta ser tan volátil como encender un cigarrillo en una cámara
de gas. La algarabía va in crescendo. Amir Husein, otro estudiante
iraní, lanza con furia una piedra al aire. Todos observan detenidamente,
como si el tiempo en ese momento hubiese pasado con calma. La piedra
cae e impacta contra el vídrio de una oficina de la embajada. Con el
sonido, el tiempo decide seguir su transcurrir normal y se oye un grito
en persa: "¡Viva Irán. Muerte a Inglaterra!".
La
bandera Inglesa que se izaba en el mástil del recinto fue consumida por
la ira de los iraníes, transformada en fuego. Luego de ese acto
iconoclasta, los insurrectos deciden hacer sucesivos los lanzamientos de
piedras. Majid Al Yasir cree entonces justo colgar la bandera de Irán
en el portón principal de la embajada, a modo de firma de los hechos.
Yo justo atrás, un poco lejos del peligro y donde la mesura se mantiene estable escucho:
- Por creernos peligros nucleares, terminaron detonando esta verdadera bomba - .
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